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sábado, 5 de octubre de 2013

"La caza de brujas", la inquisición del senador McCarthy


El feliz Hollywood de los años 30 y 40 iba a dejar de serlo de un plumazo. La década dorada de la Meca del cine, con actores, actrices, guionistas, directores y productores en estado de gracia, sufriría como ningún otro estamento social la represión política iniciada en EEUU durante los años más gélidos de la Guerra Fría.

Todos los historiadores coinciden en señalar 1947 como el año decisivo. Las tensiones eran tan graves que en cualquier momento parecía que el mundo volvería a estar en guerra mundial. Alemania se había dividido en dos, la Europa centro-oriental era un nido de avispas, comenzaban los procesos de descolonización en Asia (que llevarían a guerras “calientes” como las de Corea y Vietnam) y China estaba en plena guerra civil.



Para más complicación, la Europa occidental sufría una grave crisis económica, la dura posguerra hacía crecer el malestar social y la URSS lo podía aprovechar con su discurso anticapitalista. Los EEUU reaccionan con el conocido “Plan Marshall”, una estratégica ayuda económica que enseguida consigue su propósito, por ejemplo permite a Gran Bretaña seguir siendo la potencia militar democrática en zonas que de otra forma hubiesen quedado en “manos comunistas”.

Esa lucha contra la expansión del comunismo se llevó hasta el territorio norteamericano. Para los políticos republicanos más conservadores era inadmisible que el gobierno federal se gastase miles de millones de dólares en evitar la propagación comunista en el mundo y descuidase el patio de su casa. En los USA también se vigiló con lupa a los “subversivos” (posibles antiamericanos), el periodo más inquisitivo y represor en esos años de Guerra Fría se conoció con el nombre de su “Torquemada”, el senador Joseph McCarthy.

El senador por Wisconsin con sus purgas y acusaciones (infundadas muchas veces) acabó realizando una “lista negra” de personas con etiqueta de progresistas relacionadas con la cultura, la industria del cine y las artes, que no pudieron volver a trabajar o lo tuvieron que hacer clandestinamente. Muchos historiadores y estudiosos del cine (“La caza de brujas en Hollywood” de Román Gubern, Editorial Anagrama, 1991) consideran este periodo conocido como maccarthysmo un profundo trauma colectivo para la cultura norteamericana de los años cincuenta.

The Hollywood Ten, así llamaron en la prensa norteamericana a los diez prohombres que se habían atrevido a denunciar el acoso y la censura que se cernía sobre el mundo del cine, negándose a declarar. En su apoyo acudirían a Washington a manifestarse un grupo de conocidos actores y actrices en favor de los derechos constitucionales (Primera Enmienda), como la libertad de expresión.

Uno de los actores más conocido que apoyó el espíritu (en un principio, luego suavizó su postura) de la Primera Enmienda era Humphrey Bogart, el duro de Hollywood, el hombre que le decía a Ingrid Bergman en “Casablanca” (1942) que el amor de ese trío de amantes no era importante en ese mundo convulso en el precipicio de la guerra, que lo crucial era la lucha por la libertad, mientras el avión con los salvoconductos a Lisboa esperaba con el jefe de la resistencia antinazi en una extraña niebla norteafricana.

Los interrogatorios y juicios en esa "cruzada" contra las actividades antiamericanas, acabaron lideradas por el senador McCarthy, que con sus constantes acusaciones a miembros de la industria del cine, mermaron la brillantez artística de Hollywood, que tuvo que “replegarse” asustado por la ferocidad del senador. Los géneros de las películas se cambiaron por temas más inocentes. El género del cine negro, con un componente de crítica social y retrato turbio de la sociedad, sufrió un declive del que no saldría hasta los años sesenta y setenta.

Un ejemplo de la sinrazón que se vivió en esos años en los EEUU es la oportunidad pérdida de tener al grandioso poeta alemán (luchador significado contra Hitler), exiliado en Santa Mónica, California, Berthold Brecht, como guionista de cine. Pero los prejuicios por sus simpatías y apoyos al partido comunista alemán, sus versos cantando a la libertad de todos los pueblos y, sobre todo, su citación ante la Comisión de Actividades Antiamericanas, privaron al cine de Hollywood de su posible trabajo como guionista, oficio al que pensaba dedicarse.

Ni Woody Allen, se comentó más adelante, podría imaginarse cómo hubieran sido esas películas, ya que el poeta y escritor Berthold Brecht aprovechó la primera oportunidad para regresar a Alemania.

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