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jueves, 6 de junio de 2013

Vincent Van Gogh, un loco muy cuerdo


Le llamaron el loco del pelo rojo. Pero  que genial, que gran artista. Introvertido, serio , austero, pero siempre maravilloso. Incomprendido en su tiempo.  Expresionista hasta la médula, Impresionista hasta las cachas.Aquel que supo manejar el color como nadie.

Para entender mejor la vida de Vincent Van Gogh debemos hablar de su familia, de su nacimiento… en aquel lugar natal en la región de Bramante en Holanda. Fue el mayor de 6 hermanos, y nacía el 30 de marzo de 1853. No le correspondía ser el mayor, porque hubo un primer Vicent Van Gogh, su hermano mayor, fallecido curiosamente el mismo día pero un año atrás. Le pusieron el mismo nombre y esto marcó terriblemente la existencia de Vincent. El primer paisaje que le obligaron a ver fue el de la tumba de su hermano fallecido, siempre estuvo presente en su vida…., y en su presunta locura llegó a imaginar que en esa  tumba bien podían haber cabido los dos. Al parecer buscaba la muerte, pero la buscaba a través de la vida, de sus pinturas…

Su padre era un pastor calvinista, muy autoritario. Su madre, dócil, educada, comprensiva. El padre se llamaba Theodorus y la madre Anna. Dicen que Vincent se parecía enormemente a su madre. Era pelirrojo, robusto, pero él se consideraba feo, muy feo, horrible, y esto también le persiguió durante toda su vida. Estuvo muy unido a su hermano Theo, y de las 821 cartas que escribió en su vida, más de 650 iban dirigidas a él.

Vincent fue a la escuela como todos los niños, pero sus profesores rápidamente se fijaron en él, era un niño solitario, triste y aburrido, no hablaba, no se relacionaba con los demás. Eso sí, destacaba en Ciencias Naturales, en Cálculo, en Ortografía… Vincent escribía maravillosamente bien, con una letra limpia y clara. Pero los profesores cometieron un tremendo error (como con otros genios de la Historia) y, afirmaron que Vincent no estaba dotado para las Artes.


Y así fue transcurriendo su infancia. Una curiosidad, su primer dibujo registrado lo tenemos el 8 de febrero de 1864, a punto de cumplir 11 años, dibujó una granja y un cobertizo. Su padre lo internó en un colegio pero Vincent no se llevaba nada bien con los estudios, de hecho a lo largo de su corta vida siempre presumió de ser autodidacta. El se formó en los museos, se formó contemplando las grandes obras, se formó en las bibliotecas, nunca necesitó de profesores, aunque siempre los buscó…

En 1869, con 16 años, su tío le ofrece un trabajo (este trabajaba como marchante de arte) y se empieza a “formar” en las tiendas que su tío tiene. Vincent pasa a Inglaterra, a la sucursal que su tío tiene en Londres, y allí se aloja en una pensión donde recuerda muy ufano y feliz como había dos “viejas cotorras” que vivían con dos “viejos loros”. Pero pronto llega el traslado a otra pensión, y allí Vincent, a la edad de 21 años se topa con algo increíble, el amor, y conoce a Eugenia una hermosa joven 2 años menor que él.
Durante 5 meses tienen largos paseos y largas conversaciones… Vincent está perdidamente enamorado, pero lamentablemente Eugenia no le corresponde, y Vincent decide regresar a Holanda. Los Países Bajos le están esperando, y también una depresión terrible. Lo llevo muy mal en esto del amor. El confesó en una carta a su hermano Theo que a los 28 años todavía no sabía lo que era el sexo…

Estamos a mediados de los años 70, en pleno siglo XIX. Después de trabajar para su tío, entra a trabajar en una Librería, y entra en contacto con los grandes autores, Shakespeare, Victor Hugo… Siempre andaba “enfadado” con los clientes porque decía que no tenían “ni idea” de lo que compraban, que no sabían valorar el arte… evidentemente fue despedido. Después de haber leído tanto, se obsesionó con un libro, La Biblia; y empezó a pensar que posiblemente él debería seguir los pasos de su padre, aunque este bien es cierto que siempre renegó de él. Las frases más usadas por su padre eran “me vas a matar”, “maldigo el día en que naciste”. Aun sí, Vincent siempre tuvo un profundo respeto a su padre, que no amor, y esto lo llevó a repudiar su apellido en sus obras. El siempre las firmaba con Vincent.

Vincent quiere ser Teólogo, e intenta inscribirse en la Facultad de Teología, pero tiene un serio problema con el latín y el griego (aunque era políglota, dominaba el holandés, francés e ingles) y en la Facultad no le admiten. Y busca en Bélgica, en Amberes, la posibilidad de inscribirse en una escuela donde sean menos exigentes. Allí tampoco consigue superar las pruebas, pero el Director se compadece de él porque lo ve muy dispuesto a “sembrar” nuevos creyentes, y lo contrata como ayudante de un misionero. Pero le encarga una difícil tarea, “deberás ir a Borinage” (en el campo belga, aquel que los mineros llaman el “Campo Negro” por sus minas de carbón). Y allí que se presenta nuestro protagonista con 26 años. Llega y se interesa por la vida de los mineros, cuida a los heridos, les regala sus ropas (hasta su ropa interior). El poco dinero que tiene también se lo da a los mineros.


Y allí, en ese paisaje, paso 22 meses hasta que le “rescindieron” el contrato. Así que acabó asqueado de la Religión y llamando hipócritas a los que estaban al frente de esta. Pero no es menos cierto que él durante toda su vida buscó a Dios…

Decide que ha llegado el gran momento para él, tiene 27 años y quiere ser pintor, quiere coger el pincel y plasmar en un lienzo todo lo que siente su alma. Y vuelve para vivir con sus padres, a pesar de los enfrentamientos (hay que decir que Vincent fue lo que llamamos un “culo inquieto” porque llegó a vivir en 18 sitios diferentes).

Con 28 años se enamoró locamente de una “viudita” de su misma edad. Estaba “coladito” pero esta tampoco le correspondió, pensaba que Vincent era un “indecente”. Esto le provocó una nueva depresión. Pero cuando tenía 30 años, Margot (una solterona de 41) se fijó en él. Por primera vez una mujer se fijaba en Vincent, pero hete aquí que a él no le gustaba Margot (cosas que tiene la vida). Margot, desesperada, incluso le amenazó con suicidarse si este no le correspondía. Afortunadamente no lo hizo.

Después de una discusión con sus padres, se instala en La Haya, y allí conoce a una prostituta llamada Sien. Una prostituta con todas las letras; la conoce embarazada, fumando puros, alcoholizada, pero se compadece de ella. Afirmó “el amor que siento por Sien, es un amor compasivo”, y estará a su lado en lo que ella necesite… Y Sien sirve como modelo, y Van Gogh se inspira, y pinta, y dibuja… un momento muy fértil para su obra.
Sien le pone en contacto con el sexo, y contrae la gonorrea, la sífilis, incluso llega a ingresar en el Hospital durante algunos días. Los padres de Vincent van a visitarle. Hay una escena tremendamente cruel; los padres llegan al Hospital, se cruzan con Sien, y esta baja la mirada posiblemente muy avergonzada. El padre le repudia lo que esta haciendo, le echa una bronca sin igual. Sien llora amargamente. Vincent desde la cama afirmó “si es menester, me casaré con ella”. Su padre pensaba de él que era un “perro con las patas llenas de mugre y suciedad". Y afirmó “si él cree que soy un perro, acabaré siéndolo”, “únicamente soy un hombre cuando pinto”.

Tal era el amor que sentía por la pintura, que llegaba a llorar pintando. Dicen que en un momento de tormenta, cercal del mar, colocó sus utensilios, su atril, y empezó a pintar. Y pintaba al compás de la tormenta, y el mar embravecía, y la gente del lugar decía que estaba loco. Ese cuadro lo podemos ver en el Museo de Van Gogh, en Amsterdam, y, curiosamente, cuando fue sometido a una restauración, encontraron salitre, arena… el mar había quedado dentro del cuadro…
Entramos en el último tramo de su vida y ya empieza a “ofrecernos” sus mejores obras (1880-1990). En el primer lustro de esa década se interesa por el campo, porque piensa que es lo único que queda auténtico en una época demasiado industrial. Y pinta campos y paisajes como nadie lo había hecho hasta entonces.
En el año 1886, piensa que en París esta el Arte, allí acuden todos los artistas. Por tanto, París le estaba esperando. Y allí pasará 2 años fantásticos. Se encuentra con su querido hermano Theo, y los dos se van a vivir a Montmartre (un pueblecito cercano a París donde iban a vivir “los artistas” porque era mucho más barato). En aquellos días, el arte oriental dominaba París, todo el mundo andaba entusiasmado con los grabados orientales, y Vincent también quedo fascinado por este arte oriental, lo que pudimos ver en algunas de sus obras. Debía ser divertido verlo junto a Emile Bernard y Toulouse-Lautrec pintando en las riberas del Sena. Los 3 exponían sus cuadros en un cafetín regentado por una italiana que tenía un cuerpo turgente, perfecto, bien delineado, y ella sabía del interés de Van Gogh por su cuerpo. Pero claro, los demás vendían sus cuadros, pero nadie quería saber nada de su obra. No vendía ninguno.

A esta italiana si le gustaban sus cuadros y le dijo “si no puedes pagarme la comida, si no puedes pagarme ´lo otro´, al menos págame con tus cuadros” (hizo la mejor inversión de su vida). Aquella etapa en París fue fantástica. Pero en 1888, la ciudad de la luz se le quedo pequeña, quería buscar su “pequeña” Holanda, algo que le recordara a su país. Y ese sitio estaba en Arles, en la Provenza francesa.

Y allí se topa con la casa amarilla (el amarillo una vez más). Y tenía una única obsesión, crear una Escuela, una Comunidad de Artistas. Y la casa amarilla iba a ser la sede. Se puso en contacto con sus amigos artistas de París, pero ninguno acudió. Solamente acudió a su reclamo el gran Paul Gauguin. Este, llega el 23 de octubre de 1888. Vincent incluso pintó cuadros para recibirle (uno de ellos La Habitación).Aquella relación artística fue buena al principio (había declarado a su hermano que las discusiones entre él y Gauguin habían sido incluso eléctricas), y durante 2 meses lo intentaron, pero el 23 de diciembre llega un fatídico día…

Paul Gauguin le transmite el deseo de marcharse, le dice que allí no aguanta más. Vincent, ofuscado y en un momento de ira, coge una navaja de afeitar y lo amenaza. Gauguin le mira, se da la vuelta y se va. Vincent, “confundido” por lo que había echo, lanza un tajo y se corta su oreja izquierda. Todo empezaba a perderse en su vida, ya no le encontraba sentido (ya había intentado suicidarse bebiendo petróleo). Envolvió el lóbulo de su oreja en un paquete y se dirigió a un burdel cercano. Allí se encontraba una de sus prostitutas favoritas, y le entregó el paquete con una nota “por favor, cuidenlo”.

Le encontraron en su casa poco después a punto de morir y le ingresaron en el Hospital. El 7 de enero de 1889 le dan el alta, y en un estado físico realmente malo regresa a su casa. Los vecinos se atemorizan, le denuncian, no quieren volver a verlo. Y aquí descubrió una terrible escena; en una de las habitaciones de la “casa amarilla” guardaba todas su obras y, descubre horrorizado como le habían rasgado la mayoría de sus pinturas como señal de “aviso” para que se marchara… Dicen que el grito se pudo escuchar en todo el pueblo. Lloró amargamente.

Decide voluntariamente internarse en una Institución Psiquiátrica. Allí pasará algunos meses. Theo una condición para el ingreso de su hermano, y es que además de su estancia, le concedieran otra para poder seguir pintando. Y aquí es donde comienza la actividad más frenética y más ilusionante para Vincent Van Gogh. Fijaos bien, el primer cuadro que pinta nada más ingresar es Los Lirios (vendido por 53,9 millones de dólares en Sotheby´s). A través de esos barrotes ve como nadie esas noches estrelladas, observa como nadie el crecimiento de los olivos…; al poco le permiten salir al jardín, y allí siguió pintando. Llegó a pintar 841 cuadros 1600 dibujos en su corta y efímera etapa como pintor (apenas 10 años).

En un momento de lucidez llegan Los Girasoles, La Resurrección de Lázaro…; el amarillo sin duda alguna era su favorito y manejaba el pincel como nadie…
Entra en contacto con un médico ferviente admirador de los impresionistas, el doctor Paul Gachet, y este le ofrece ir a donde él vivía, en un pueblo cerca de París, donde podría ser bien atendido de su enfermedad. Allí, tras 6 consultas, como no tiene dinero, decide pagarle con un cuadro, el famoso retrato del Dr. Gachet (82,5 millones de dólares en Christie´s). Pero sigue atormentado, la depresión ha hecho mella en él, los ataques son cada vez más frecuentes… y la psiquiatría no sabía dar por entonces tratamiento oportuno a determinadas cuestiones.

Vincent poco a poco va menguando, su cuerpo se va deteriorando. Está tan mal que algunos amigos no lo pueden ni reconocer. La mirada hundida, melancólica… pero todavía mantenía alguna ilusión, y es que la actividad en los últimos 30 meses de su vida fue asombrosa (llegó a crear más de 500 obras en ese período). En los últimos 69 días de su vida firmó 79 cuadros. Fue algo tremendo.

El 27 de julio de 1890 Vincent Van Gogh pide una pistola con el pretexto de asustar a unas aves que le molestan para poder pintar un campo de trigo. Firma su última obra, Cuervos sobre un Campo de Trigo. Premonitorio. Después de firmar esa obra, se escuchó un disparo… se pegó un tiro en el vientre. Llegó a la posada donde se hospedaba tambaleándose, se paró en una mesa de billar y le preguntaron que le pasaba, y el contesto “estoy bien, no me pasa nada”. Subió los 17 peldaños que le conducían a su habitación, y allí se tumbo dejando la puerta abierta. Alguien se percató de que algo no iba bien, y subió a la habitación y encontró a aquel “loco” del pelo rojo postrado en su cama. Este, giró su cabeza, y de forma impasible apenas pudo musitar palabra. Enseguida llamaron al Dr. Gachet. Este llegó y mando una carta a su hermano, que rápidamente acudió.

En los 2 días de agonía, apenas pudo hablar. Eso sí, no paro de fumar. Su vieja pipa le seguía acompañando… y en esa madrugada del 29 de julio de 1890 moría en los brazos de su hermano. El Dr. Gachet tuvo un gesto hermoso. Depositó un ramo de girasoles sobre el vientre de Vincent. Cuentan que todos los amigos de Vincent acudieron con ramos de flores amarillas para cubrir su feretro.
Su arma inmortal sigue en sus cuadros. Porqué cada artista tiene el derecho de seguir siendo inmortal gracias a su obra. Y Vincent Van Gogh perdurará siempre…

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